A veces creo que mis inseguridades tienen nombre, rostro, historia. Son voces que se han colado en mi cabeza y que he terminado por creerme: “no valgo tanto”, “esto no es para mí”, “me falta mucho para merecer”, “quién soy yo para soñar así”.
Pero ya no me grito. Ya no me castigo.
Estoy aprendiendo a hablarme con la misma ternura con la que cuido a las demás.
Sanar no es un evento. Es un viaje.
Y en este viaje, hay días en los que me siento fuerte, luminosa, clara.
Y hay otros en los que todo tiembla adentro, y toca sentarse con lo que duele, respirar hondo, sostenerse.
Ambos días valen. Ambos días soy yo.
Hoy me doy el permiso de recibir la abundancia que el universo tiene escrita para mí.
No solo en bienes ni aplausos, sino en paz interior, compañía, tiempo para mí, claridad, descanso, creatividad, placer, afectos verdaderos.
Y en todo esto, quiero abrirle la puerta también a otras. Porque sanar no puede ser un acto egoísta.
Si yo sano, puedo acompañarte.
Si yo me abrazo, tal vez vos también te atrevas a abrazarte.
Y si alguna vez sentís que no podés sola, recordá esto: yo tampoco pude sola.
La Bruja Mensajera no tiene todas las respuestas, pero sí un fuego encendido.
Aquí estoy, aprendiendo a ser buena compañía para mí.
Y desde ahí, para las demás.
🌕✨
